domingo, 5 de agosto de 2012

Estimadas amigas,


Mil disculpas por la tardanza en publicar, han sido días de mucha ocupación en el mundo "no virtual".
Esta entrada en particular tiene como objeto evacuar un par de dudas que he oído por aquí y por allá.
Muchas jóvenes católicas tiene al alcance de la mano niños a los cuales por cualquier motivo deben cuidar. Sea como un trabajo (pues sus madres deben hacerlo fuera de la casa), como un favor a una amiga o a un familiar etc.
De cualquier manera la mujer educa pues esta en su naturaleza. Para eso Dios nos ha creado y nos ha puesto como modelo a María Santísima.
Bueno, sintetizando... Voy a publicar una serie de cartas escritas por una religiosa en respuestas a las consultas de madres.
Espero que nos sean de gran provecho a quienes con la gracia de Dios en un futuro lo seremos.



"CARTA A LAS MAMAS SOBRE LA EDUCACIÓN

(1ª)
(Septiembre 2005)

Estimada señora,
Es por el pedido repetido de varias de entre vosotras que me he decidido a escribir estas cartas sobre la educación para ayudarlas, tanto como me sea posible, en esa tarea tan hermosa que consiste en formar a Nuestro Señor Jesucristo en el alma de sus hijos. Ustedes no encontrarán aquí un tratado sobre la educación; otras personas más calificadas ya lo han hecho. Sin embargo les daré algunos títulos de buenos libros sobre el tema. Mi propósito será simple y tendrá por objetivo darles sobre todo algunos consejos prácticos sacados de la experiencia.
He notado cuántas mamás, sobretodo jóvenes mamás, por falta de experiencia ciertamente, pero también por falta de información, o mejor dicho, de formación, y por lo tanto de ignorancia, cometen errores desde la más tierna edad de los niños: esta edad tan tierna, tan vulnerable y que nos cuesta recuperar seguidamente cuando ellos entran en nuestras escuelas. Es más fácil “formar” que “reformar”. Es a ustedes a quienes corresponde esta primera educación. Nadie puede reemplazarlas en esta edad tan joven. Es vuestro privilegio: no fallen. Es por lo tanto para ayudarla que me permito escribirle y darle estos pocos consejos. Es junto a Nuestro Señor y a Nuestra Señora que he sacado muy a menudo la luz que no viene más que de lo Alto. ¿No es acaso la muy Santa Virgen María, la primera educadora, que en su sabiduría Dios nos ha dado como modelo? ¡Y qué educadora!
Educó a su Hijo Jesús, el Hijo de Dios. Dios no podía darnos mejor modelo.

Sepamos verla en la plegaria, en este coloquio íntimo que es la oración. Junto a ella encontrará todo lo que le hace falta para formar el alma de vuestro hijo. María es también la madre de vuestro hijo desde el día de su bautismo; Ella desea, quizá más que usted, ver la imagen de su Hijo en el alma de vuestro hijo. Es entonces a la luz divina que estas palabras, desde ya sometidas a la aprobación de sacerdotes experimentados, le son transmitidas.

La educación.

Se define generalmente la educación como el arte de criar a los niños.
La educación (ex = fuera, y ducere=conducir) hace crecer al hombre entero. Se dirige a todo su ser, no solamente al físico o natural, sino también a su alma, a su vida sobrenatural recibida con el bautismo, y que debe crecer armoniosamente.
La educación no es un fin sino un medio, el de hacer alcanzar más fácilmente el fin por el que el hombre fue puesto en el mundo: amar y servir a Dios aquí abajo y poseerlo en el otro mundo.
Gracias a ella, el niño atravesará más fácilmente las pruebas y las dificultades de la vida y logrará más seguramente la salvación de su alma.

¿Cuándo comienza esta educación?

Un gran hombre respondió a esta cuestión. “La educación de un niño comienza 20 años antes de su nacimiento, con la educación de su madre”.
¿No hay algo de verdad en esto? No se puede dar de uno mismo más que lo que se ha recibido. En efecto, una madre marca profundamente a su hijo de lo que es ella misma.
La formación del hijo comienza entonces por la educación de su mamá, y por una preparación seria al Sacramento del matrimonio.

Usted deben estar convencida que casándose ha decidido, no sólo “tener hijos”, dar hijos a la Iglesia por medio del santo bautismo y de poblar el cielo de Elegidos haciendo  santos de ellos (es el objetivo del matrimonio), sino también que a usted le corresponde ser el instrumento de esta educación; usted debe ser una educadora, es decir que debe conducirlos por el camino querido por Dios.
Cuántas mamás descubren esta “vocación de educadora” demasiado tarde, una vez que su primer hijo alcanza la edad de 4 ó 5 años o más tarde aún. Hay que saberlo antes de comprometerse al matrimonio, …antes de las dificultades a fin de prevenirlas y encararlas. Habrá ciertamente menos de esos “problemas” que se encuentran demasiado a menudo hoy en día y que son, de hecho, la falta de los padres.

¿Qué dice el catecismo sobre nuestro destino?

Sobre ese tema, un paréntesis: no dude en retomar su catecismo, en releerlo varias veces para compenetrarse de él, conocerlo de memoria y ponerlo en práctica.
El catecismo es el complemento de ese pequeño libro que debe sernos querido: los Santos Evangelios. Es necesario que la mamá “posea” su catecismo en su espíritu y en su corazón, que ella esté impregnada de él para transmitírselo a su hijo en cada edad, de manera progresiva y complementaria. Y para ello no vacile en comenzar desde la cuna. No es demasiado pronto. El bautismo hace al niño apto para desarrollar la gracia santificante en su alma. Sin embargo nosotras debemos cooperar con la obra de Dios que comienza ya en el alma del niño.
El catecismo nos dice que Dios nos ha creado para conocerlo, amarlo,  servirlo en esta vida y después gozarlo en la vida eterna. Debe estar convencida usted misma y su marido. Ustedes no hacen más que uno por el matrimonio.
 Eso supone la unidad de vistas en la educación. Esto es importante para salvaguardar la autoridad de los padres, que viene de Dios. Hay que poder transmitir ese fin de la existencia a vuestro hijo  lo más temprano posible. Ese fin de la vida, el pequeño deberá conocerlo de modo intuitivo, adaptado a su edad, aunque él no  tenga conciencia  exacta de eso. Debe mamarlo con  la leche de la mamá porque hay que nutrir su alma lo antes posible. ¡No trate de darle un conocimiento a su nivel de adulto! Este conocimiento del pequeñito está hecho de intuición, pero eso basta. El pequeñito imita el bien como el mal; entonces tenga cuidado.
Ofrézcale cosas buenas, cosas buenas para ver, para oír, el buen ejemplo, etc. y no lo que es malo o aún peor, el mal ejemplo…
Esto exige de su parte la práctica de las virtudes. Pero si no se ha comenzado esta obra antes del matrimonio ¿cómo continuarla? ¿Cuáles son las virtudes que son necesarias a todo educador y por lo tanto a la mamá? Pienso en primer lugar en la caridad, en el amor verdadero que ve al niño de un modo objetivo y por lo tanto en la verdad, tanto las cualidades como los defectos del niño: unos para cultivarlos y otros para destruirlos.
Es necesario que usted ame al niño que Dios le ha dado por Él. Hay que amar al niño a causa de Dios y por Dios, y no primero para sí, es decir, para su placer. Eso exige un espíritu sobrenatural.
Como lo constatará progresivamente, la educación exige una ascesis por parte de la mamá.
Se dice que la educación es el modo de santificación de los padres y creo verdaderamente que eso es cierto.
Vea la mamá de San Juan Bosco, “Mamá Margarita”, los padres de Santa Teresa del Niño Jesús, la mamá de San Pío X y tantas otras,… No digamos, demasiado fácilmente quizás, ¡“sí, pero ellos eran santos”! Creo más justamente que se volvieron santos haciendo bien su deber de estado manifestado por la voluntad divina educando cristianamente a sus hijos.

Una religiosa.
(continuará)"

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