martes, 21 de agosto de 2012


¡Chicas!

En esta ocasión les acerco la tercera de las cuatro cartas de una religiosa dirigida a las madres. Espero que alguno de los nobles consejos allí dados sea de provecho para ustedes. Yo personalmente rescato esta frase:

"...Es Dios quien pone en nuestro corazón una parcela de su gran amor. Él nos dio un mandamiento, condición esencial para poseer la vida eterna: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo.” 
 (Lucas 10, 25-28)...."


CARTA A LAS MAMÁS SOBRE EDUCACIÓN

(3ª)
(Enero 2006)

Estimada señora,

En mi carta anterior, mencionaba esta cita de Pio XII: “La educación es ante todo una obra de amor”. Actualmente se habla mucho de amor pero, frecuentemente, a contra sentido. No se sabe más la verdadera definición del amor. Tratemos de encontrarla nuevamente en la escuela de Nuestro Señor. Eso le hará comprender los errores que se cometen en la educación, con el fin de evitarlos.
Como usted, yo me he preguntado:”¿Porqué los niños no obedecen más? ¿de donde viene su falta de respeto hacia sus padres? ¿Porqué prestan tan poca atención, son tan poco receptivos? Tienen tanta dificultad para aceptar sus errores o hacer un sacrificio, etc...
Es cierto, a parte de raras excepciones, no se puede pedir a un niño de prestar un servicio sin que proteste o dé una excusa. Si pide a su hijo de poner la mesa, le responderá: “¿porqué yo y no el otro?” Se creería que no hay más generosidad, que no hay más servicios gratuitos, que no hay más espíritu de sacrificio, no hay más espontaneidad en el dar, no hay más renuncia... ¿qué pasa?

Busqué la causa y se la revelo. El niño no sabe más amar hoy porque no le enseñaron a amar. Es grave. Le parecerá algo fuerte esto, ya lo sé. Me dirá que su hijo la ama y tiene usted razón: la ama con un amor natural, con ese amor que Dios pone naturalmente en nuestros corazones para los que nos dieron la luz. Pero eso no basta. Usted misma lo comprobará. El amor que tiene está tan centrado sobre él mismo que no es más amor en el sentido real; es el amor de sí, es decir: el egoísmo. La ama en relación a él, pero cuando hay una elección  que hacer preferirá su capricho y desobedecerá. Hay que enseñarle ese amor “caridadque viene del corazón de Dios, que es “Amor”. La sociedad moderna, anticristiana, que nos rodea, nos impregna también a nosotros y a los hijos. Entonces seamos vigilantes y reaprendamos lo que es el amor, este amor-caridad o sobrenatural.
Estamos en una época en que el hombre trata de comprender todo, de explicar todo. Esta manera de ver se encuentra también en la educación. Expliquémoslo.
El bebé, primero centrado sobre él mismo, al crecer va a descubrir lo que es exterior a él mismo y por eso mismo va a preguntar sin cesar, lo que es normal. Es usted, su mamá, quien debe distinguir el límite del saber del niño según su edad. Eso requiere una gran vigilancia. Es como con el alimento corporal. Hoy en día se ocupan mucho de la alimentación del cuerpo y también de satisfacer una cierta curiosidad del espíritu. No es así que se forma la inteligencia del niño que despierta. Los niños llegan a la escuela con el espíritu literalmente “atiborrado” de informaciones y de conocimientos que no son de su edad. De ese modo no hay más lugar para una atención reflexiva. Normalmente, la inteligencia se forma con la reflexión y el razonamiento y no con una acumulación de conocimientos. Y esto es muy importante. Los docentes se quejan de la dificultad que tienen los niños para razonar y para escuchar al otro. En la escuela, demasiados niños carecen de esta humildad que es la de escuchar al maestro. Llegan creyendo ya “saber”.
Como están acostumbrados a satisfacer siempre su curiosidad, hay una especie de saturación.
Por cierto que hay cosas que hay que decir al niño, pero las conversaciones de los mayores no deben jamás tener lugar delante de los pequeños. Créame, registra todo y, desgraciadamente, aprende a juzgar, lo que no es asunto de un niño. De ese modo se le quita una cualidad de la infancia que es la simplicidad en la confianza. Así es como comenzará a contestarle…

Estos son los hechos. Ahora busquemos el remedio.

Cuando el pequeñito vive todavía en el hogar con su mamá, lejos de las influencias del exterior, es necesario en primer lugar, enseñarle a amar. La formación del corazón pasa antes que la formación de la inteligencia. Al fin de nuestra vida “seremos juzgados por el amor” y no por los conocimientos que habremos recibido. ¡Atención! No niego la importancia del estudio de los conocimientos, pero la formación del corazón pasa primero y creo que está demasiado descuidada.

¿Qué es “amar”? ¡Grave cuestión!

Para los cristianos que somos nosotros, Dios, que es “Amor”, nos enseñó de que manera. Quiere que Lo amemos y que amemos a nuestro prójimo. Ahora bien, su hijo es bien el prójimo que le está a usted más cerca. Aprenderá a amar como Dios quiere que nos amemos si USTED ama también de esta manera. ¡Qué lección nos da Nuestro Señor!

Es Dios quien pone en nuestro corazón una parcela de su gran amor. Él nos dio un mandamiento, condición esencial para poseer la vida eterna: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 25-28).
Jesús agrega en otra parte, que ese doble precepto del amor de Dios y del prójimo constituye toda la Ley. San Pablo, en el capítulo 13 de la primera epístola a los corintios, nos describe la excelencia y los efectos maravillosos de la Caridad divina. Con ese propósito, la envío a los comentarios que ha hecho San Alfonso María de Ligorio, muy hermoso libro para meditar.

San Juan, el discípulo que Jesús amaba, nos dio la razón: “mis bienamados”, dice “amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor” (1 Juan 4, 7-8). Y agrega “Aquel que permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él” (1 Juan 4,16)
Se trata aquí de un amor sobrenatural. Es a Dios a quien debemos amar sobre todo; lo amamos por la virtud de la Caridad ayudada por una gracia actual. Este amor de Dios presupone el sacrificio. En realidad vive de sacrificios continuos contra nosotros mismos, contra nuestra soberbia, contra nuestras malas inclinaciones, contra nuestra sensualidad; y es a Dios a quien ofrecemos esos esfuerzos cotidianos. Al igual que el fuego da al acero su resistencia, del mismo modo nuestra alma necesita ser templada en la prueba y en el sufrimiento; ella obtendrá toda su fuerza en la renuncia y la abnegación. Vistos bajo la mirada de Dios, los sacrificios cuestan menos, pues el amor hace más ligero lo que parece pesante.

He aquí un ejemplo simple en el orden natural. Cuál es la influencia del amor de la madre por su hijo, sobre todo si éste está débil, si está enfermo y tiene necesidad de ella. Véala, cerca de su camita, pasando noches sin sueño, para arrancarlo a la muerte, queriendo darle, sola, el remedio que quizás lo salvará, no dejándolo ni un instante sin mirarlo, con esa mirada tan penetrante y tan dulce a la vez, con la que ella envuelve a su pobre pequeño y de la que él experimenta por instinto el encanto, volviéndose hacia ella.
El amor es por lo tanto el móvil que anima nuestra vida, la pone en movimiento y la orienta en un sentido o en otro, para el bien o para el mal. Ese amor natural, ya tan fuerte, cuánto más producirá si es sobrenatural. Los padres cristianos también deben amarse y amar a su hijo con ese amor sobrenatural que es caridad. No es opcional, es el mandato del Señor. Veremos seguidamente cuantos errores en la educación se evitarían.
                                                                                                                               
Ya en los santos vemos lo que ha producido ese amor-caridad.
...”Amen, cultiven el amor, háganlo nacer y crecer...” dijo San Francisco de Sales, él, el Doctor y el Apóstol que evangelizó y convirtió al Chablais (región de Francia situada al sur del lago Leman y próxima a Ginebra. N.d.T.), como lo quería San Vicente de Paul, “a fuerza de sus brazos y con el sudor en el rostro”. Ese es la función propia de los padres.

Que el Niño Jesús, el Emmanuel, se digne derramar en todos nuestros corazones esta divina caridad, a fin de que irradie la presencia divina en este mundo que olvida a su Creador y a su Salvador.

Una Religiosa

(continuará)

Consejo para la lectura: “Practica del amor a Jesucristo” de San Alfonso María de Ligorio.


Me despido por hoy, en esta semana habrá más entradas. ¡Tengo mucho que contar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario