¡Nos estamos viendo!
"CARTA A LAS MAMÁS SOBRE LA
EDUCACIÓN
(2ª)
(Noviembre
2005)
Estimada señora,
Hoy querría
continuar conversando con usted sobre las virtudes de la mamá educadora.
Le decía cuanto está el amor verdadero
por el hijo en la base de la educación.
A este amor, se lo llama “caridad”
porque está calcado sobre el de Dios por nosotros, de nuestro Padre de los
cielos, que es Amor. El gran Papa Pio XII decía: “La educación es ante todo una obra de amor”. Es, para todo hombre,
ante todo, la obra de la madre y esta es todo amor. Es, para el cristiano que
reflexiona, la obra de María, la Madre por excelencia. ¿Y qué madre es tanto
amor como María?
Además el amor es
una condición esencial para tener éxito en este arte de las artes que es
la educación.
El hijo que se sabe
amado siente instintivamente que si se lo quiere conducir es para ir allí donde
el debe ir. Se lo contraría en algunas de sus inclinaciones, se lo hace sufrir,
pero siente que el sufrimiento es bueno porque viene de alguien que lo ama y
que, ciertamente, quiere su bien. “Busca hacerte amar”, decía San Juan
Bosco a uno de sus colaboradores, “y entonces te harás obedecer sin dificultad”.
Ese fue el secreto de su éxito con una multitud de niños. ¿Porqué no imitar a
ese gran santo?
La mamá debe
esmerarse en ver a sus hijos con los
ojos de María. ¡Qué proximidad entre la mamá cristiana
y la Virgen María supone esto…!
Ahora bien, ¿que es
lo que María ve en ellos? Niños con bastantes defectos, sin duda, puede ser que
con muy grandes defectos. Pero más allá de esos defectos Ella ve en ellos la
Sangre de Jesús, la Vida misma de Jesús, otros Jesús que ella desea hacer tan
parecidos a su Primer Nacido como sea posible. Por lo tanto Ella ve a sus
propios hijos, que Ella dio a luz sacrificando a su Hijo por ellos; hijos que
Ella desea salvar a toda costa, con un deseo inmensamente más intenso que el de
Santa Mónica para la conversión de su Agustín. Pero Ella necesita la ayuda de
las mamás para hacerles vivir la Vida de Cristo.
A vuestro hijo
deben amarlo con el Corazón de María. No de la manera con que, en general,
muchas personas aman a sus hijos o a sus familiares: a causa de lo bueno que
encuentran o se imaginan encontrar en ellos, sino como Jesús y María nos aman.
Ellos nos aman, no sólo a causa de lo bueno que ven en nosotros, sino más aún
en vista de lo bueno que quieren poner en nosotros; no tanto por lo que somos
sino por lo que quieren hacer de nosotros. Y lo que quieren hacer de nosotros
lo sabemos: otros Jesús. De modo que usted debe amar a sus hijos por la imagen
de Jesús que ve brillar en ellos, por las virtudes cristianas que tratará de
cultivar en su pequeñas almas. Si comprende esto, entonces que hermosa es su
tarea de mamá educadora y cuanto estimará esta vocación a la que Dios la ha
llamado
La meditación frecuente
del amor de María por los hombres, los pecadores en
particular, los débiles, los pequeños, los pobres, (¿es que los niños no están
entre ellos?), y la vida de unión con Ella, que hace pasar a nuestro
corazón las disposiciones del Suyo, nos permiten ver al niño como Ella lo ve y
como Ella lo ama. Visto de esta manera, qué diferente será nuestra actitud.
Cada niño es
diferente y usted posee ese don especial para comprender a su hijo, para
adivinar sus pensamientos, sus sentimientos, sus necesidades, sus aspiraciones.
Es el amor maternal que Dios a depositado en su corazón, que le hace adivinar
esas cosas, pues el amor une a dos almas en una sola.
El amor del hijo
provoca también por parte de él una entera confianza.
El pequeño ser sabe
que su mamá no desea más que darle gusto, aliviarlo en sus sufrimientos,
ayudarlo en sus dificultades, hacerlo feliz al precio de no importa qué
sacrificio; ¿no es completamente natural que se abra instintivamente a ella?
¡Pero atención! ¡Cuantas mamás se equivocan sobre esa relación y para responder
a esa confianza del hijo, lo engaña! ¿Cómo? Cediendo a sus caprichos, no le
enseña la obediencia.
Algunos ejemplos concretos
ilustraran mi propósito.
1º - El niño sabe
que su mamá desea darle gusto, porque se siente amado por ella, cosa que es
normal. Conozco niños que han tomado la enojosa costumbre de pedir varias veces
una cosa u otra (un permiso o un objeto). Después de un “no” claramente
expresado vuelven a la carga, pero de otro modo. ¡Si no se presta atención,
lograrán sacarnos un “si”! Es `preciso que la mamá enseñe a su hijo, desde su
más tierna edad, que un “no” es un “no”. Con eso le enseñará a obedecer con
prontitud.
Porque, no
olvidemos que no obedecer inmediatamente es “no obedecer para nada”. El
catecismo enseña como debe obedecer el niño: “debe obedecer como a Dios
mismo, es decir rápidamente, exactamente, sin murmurar y aún con alegría”
¡Cuantos errores sobre ese punto! ¡Y qué lejos estamos de exigir eso a nuestros
hijos!
¿Es por ignorancia
de nuestro catecismo o por debilidad? Muchas mamás ceden al cabo de tres o
cuatro pedidos reiterados. El niño habrá captado rápido la “debilidad” del
corazón de su mamá. Porque, usted lo sabe ciertamente, el niño la sondea para
copiar su conducta de acuerdo a la de usted. ¡Qué lección! Si usted lo ama y
quiere su bien real, sepa a veces rechazarle un placer para su más gran bien.
Es allí que hay que
explicarle el espíritu de sacrificio.
El niño tiene muy a
menudo un corazón “naturalmente” generoso. Con frecuencia es el adulto quien,
por “falsa ternura”, otorgándole demasiado fácilmente sus caprichos “para tener
la paz” (¡y finalmente por falta de paciencia!), destruye progresivamente lo
que Dios puso en su corazón y que no pedía más que germinar y ser cultivado.
2º - El niño que
aprende demasiado tardíamente el espíritu de limpieza, el orden, a hacer su
cama, etc…, inconscientemente toma el gusto de hacerse servir. Alguna mamás me
hicieron la objeción siguiente: “No hace bien su cama, o es muy lento, lo hace
al revés…” Tenga paciencia…; acepte sus fallos; enséñele dulcemente,
corrija y después exija progresivamente que obedezca exactamente.
Sepa tomar tiempo para hacerlo y tenga en cuenta la edad del niño.
Cuanto más amor ponga en la corrección, tanto más obtendrá de él una obediencia
rápida. Ponga dulzura (que no es debilidad, sino fuerza del alma) juntamente
con firmeza y más obtendrá entonces esta adhesión del niño.
He notado cuanto
quiere el niño al adulto que actúa con firmeza y cuanto “desprecia la
debilidad” de los padres de los que obtiene demasiado fácilmente lo que quiere.
En esta “suave firmeza” (expresión favorita de San Francisco de Sales), el niño ve vuestro amor verdadero de madre que quiere evitarle
tropiezos, de fallar, de equivocarse. Y cuando ve que, gracias a su mamá, a
hecho una buena acción o evitado una mala, le está agradecido.
De este error en la
educación viene, en gran parte, la falta de respeto del niño por sus padres y
por sus maestros, tan frecuente hoy en día.
¿Cómo la mamá no
debería esforzarse de tratar con afecto, dulzura, paciencia y devoción al niño
que la Santa Virgen le ha confiado y por el que recibió todas las aptitudes
para conducirlo por el camino recto?
Querida señora,
pida a María cada mañana la gracia de formar a su niño según el modo de ver de
Ella.
¿No es natural que
Ella le obtenga el don de comprenderlo, de modo de realizar sus intenciones
maternales sobre él?
Una
religiosa"
(continuará)
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