Carta abierta a Mons. Aguer sobre la marcha ayer en la Catedral
Habiendo llegado a nuestra casilla correo esta carta de una fiel
católica, pidiendo que sea republicada en distintos blogs, lo hacemos a
continuación:
La Plata, 24 de Septiembre de 2012.
Excelentísimo Arzobispo de La Plata,
Monseñor Aguer:
Le escribo desde lo mas profundo de mi alma católica. Soy fiel de esta Diócesis y ayer estuve en la defensa de la Catedral.
Ya debe saber lo que ocurrió allí. Si lo vió desde la Curia tal vez no capto enteramente lo ocurrido, entonces le voy a contar.
Yo estuve a un metro de los manifestantes abortistas, que marcharon
luego de uno de esos congresos de adoctrinamiento marxistas que están
tan de moda últimamente, con la intención de pintarrajear la casa de
Dios, nuestra Catedral.
Con un conjunto de fieles nos ubicamos en la base de las escalinatas,
para impedir el paso. La policía a los costados en silencio. Las
abortistas, rugiendo, vociferando insultos a Ntro. Señor, a Su Madre y a
la Santa Iglesia. Delante, muy cerca mío un sacerdote, detrás fieles y
algún otro cura. No mucho más.
Aquellas endemoniadas nos cantaban “cada vez son menos” y tenían razón.
¿Dónde estaba usted? ¿Donde el resto de los sacerdotes? ¿O el Seminario?
Silencio. No estaban.
Me duele la jerarquía de la Iglesia, Monseñor, me duele muchísimo. Y no
me duelen los escupitajos con los que me cubrieron, ni los envases de
aerosol que me arrojaron, ni los insultos impuros con los que marcharon
mis oídos de mujer católica. Me duele el alma. Y no por mí, por ustedes.
Usted se lo perdió. Perdió la oportunidad de ser humillado, escupido y
golpeado por Cristo. Y lo merecía, merecía esa humillación. Y ¿sabe por
qué? Porque ha sido uno de los pocos miembros de la Jerarquía mediocre
de la Iglesia argentina que ha dado la cara por Cristo. Y su presencia
ayer hubiese sido magnífica. Hubiese sido una hermosa obra para
presentar a los pies de Ntro. Señor, cuando le llegue la hora de dar
cuenta de su vida.
Sólo imagine, en la base de las escaleras, Usted, junto a los
sacerdotes de esta Diócesis, detrás los seminaristas y luego los laicos.
Si usted estaba allí, hubiesen ido todos, lo puedo asegurar.
Imagine la repercusión en los medios de comunicación, a nivel nacional e
internacional. ¿Puedehacerlo? Yo desperté hoy, pensando en ello.
Imagine el coro angélico en el Cielo vivando aquel acto, piense en la
Santísima Virgen.
La marcha de ayer, fue un regalo que Dios nos hizo a todos los que
fuimos. Dimos testimonio, fuimos confesores de la Fé frente a una plaza
llena de católicos con gorritas naranjas que no cruzaron una mísera
calle para defender lo que creen. ¿Cómo llamarlos? ¿Cobardes, necios,
liberales o progresistas? No, es demasiado. Usted tampoco fue, ni el
clero, ni los religiosos. Estos laicos no merecen ser tratados tan
duramente.
Yo fuí y mi corazón arde de alegría. Se templo mi Fé, nunca recé el
Santo Rosario con tanta paz como ayer, entre escupidas e insultos.
Terminé llena de fervor.
¿Sabe lo bien que le hubiese hecho a sus seminaristas esto? La Fé se
prueba y se vive. Quien no puede vivirla no la tiene. No importa
cuántos años lleve estudiando teología.
Él que ama, defiende lo amado. Es algo simple.
Cuando se iban aquellos energúmenos (en el sentido teológico de la
palabra) escupieron al único sacerdote que estaba al pie de las
escaleras.
Él siguió rezando, luego al grito de “Viva Cristo Rey”, “Viva la
Iglesia” rompimos la cadena humana que impedía que subieran. Cantamos
“Cristo Jesús en ti la PATRIA espera (…)” para que finalmente nos diera
la Bendición. Se arrodillaron todos para recibirla. ¿Alguna vez vió una
multitud arrodillándose en público frente a un sacerdote para que los
bendiga? Me refiero a los últimos 50 años. La respuesta debe ser no,
¿no?
Anoche cenando con los amigos católicos que participaron de la defensa
de la Catedral, pensé, ¿y si hay un muerto de los nuestros? ¿Si esa
turba blasfema enloquece y arremete con violencia? Habría un mártir en
su Diócesis.
¿Qué haría entonces? ¿En ese caso si saldría a la calle? Su rebaño
estaba sin Pastor ayer, necesitábamos su presencia. “Te basta mi
Gracia” susurra Ntro. Señor al oído y esa fué la única respuesta.
Estimadísimo, Monseñor, ayer perdió una hermosa oportunidad, por favor
no vuelva a hacerlo. No enarbole la prudencia, absolutizándola. Ser
timorato y ser prudente no es lo mismo.
Sé que irá a Roma en breve, sabemos que ha hecho todo para esto. Yo sinceramente preferiría que hiciera todo para ir al Cielo.
Me despido, atentamente.
Una fiel de esta Diócesis.
PD: No firmo esta carta, porque me temo que puedan atribuírsele
responsabilidades por ella a ciertos sacerdotes relacionados con lo
ocurrido ayer. De todas maneras, Dios sabe quién soy.
Tomado de Juventutem.
En breve prublicaré mi crónica sobre esto.
Nos vemos, chicas!
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