lunes, 10 de septiembre de 2012

"Facienti quod est in se, Deus non denegat gratiam."


¡Chicas!
Transcribo un fragmento del libro "El Jóven de Carácter" de Monseñor Tihamer Toth, gentileza del servicio "El sembrador" del Instituto Verbo Encarnado.
Si bien su autor lo dirige a los varones (y cuenta con un libro dedicado a las jóvenes) me pareció adecuado pues estas palabras son aplicables para todos aquellos que deseamos dominar nuestras pasiones por mas duro que nos resulte.
¡Espero que lo aprovechen!



Mons. Tihamér Tóth


El monje domador

Muchos jóvenes estarían dispuestos a matar al dragón en el bosque cual otro Sigfrido; pero no tienen paciencia para combatir el dragón de las malas inclinaciones que habita en su alma. Y, sin embargo, ¡qué bendito trabajo es este!
El abad de un monasterio antiguo preguntó una noche a uno de los monjes: “¿Qué has hecho hoy?” “Oh, – contestó el fraile -, tenía tanto que hacer hoy, y también los otros días, que mis propias fuerzas no me habrían bastado, de no ayudarme la gracia de Dios. Tengo que domar cada día dos halcones, debo aprisionar dos ciervos, es preciso que amanse dos gavilanes, he de vencer un gusano, tengo necesidad de domesticar un oso y de cuidar a un enfermo.” “Pero, ¿qué me cuentas? – dijo con risa el abad. - No hay modo de hacer esto en todo el monasterio.” “No obstante, es así – contestó el monje”.
“Los dos halcones son mis dos ojos, que he de vigilar continuamente para que no miren cosas malas. Los dos ciervos son mis dos piernas: he de guardarlas para que no corran al pecado. Los dos gavilanes son mis dos manos: he de obligarlas a que trabajen y hagan obras buenas. El gusano es mi lengua: he de refrenarla para que no charle cosas superficiales y pecaminosas. El oso es mi corazón: he de luchar continuamente contra el amor que se tiene a sí mismo y contra su vanidad. Y el enfermo es todo mi cuerpo, que he de cuidar para que no lo avasalle un apetito desordenado de placeres”.
El combate contra los instintos desordenados es un domar continuado que tú también, hijo mío, y todos los demás que quieran tener carácter, deben cumplir día tras día.
El joven que se preocupa de su carácter, nunca excusará sus faltas diciendo: “Es por demás, yo soy así; ya nací con este temperamento”; sino que trabajará sin tregua en el perfeccionamiento de su alma. Repite por tanto muchas veces para tus adentros: “Aunque moren fieras en mí, llegaré a domarlas. No me resigno a ser como sería según mi temperamento, sino que debo ser como yo quiero”. Wir sind hier, um zu wenden, nicht um zu sein!Estamos en este mundo no para pararnos en lo que somos, sino para plasmar lo que hemos de ser”. (Sailer)
Hay una leyenda muy pintoresca de San Columbano, el evangelizador de los bávaros. Toda su fortuna consistía en un manso burrito. En los viajes apostólicos iba el burro detrás del santo, llevando el modesto equipaje. Al pasar un día junto a una enmarañada selva, sale repentinamente un oso y destroza al animal. Y, ¿qué hizo el santo? Se fue derecho al oso y le cargó el equipaje. “¡Ah, hermano, tú has matado mi burrito!; pues bien, ahora tendrás que llevar tú mi equipaje”. Y ve que la fiera, todavía bañada con la sangre de la víctima, inclinó la nuca y en adelante sirvió a su señor como un manso cordero.
No te quejes, pues, nunca, de que eres muy apasionado, fogoso, precipitado, ambicioso, vivaracho, etc. Amansa el oso, y átalo a tu carruaje. La pasión en sí misma no es una plaga; no es tan sólo la pasión desenfrenada. Sin grandes pasiones no se pueden hacer obras grandes; por lo tanto sin ellas no hay hombres grandes, ni santos.
La pasión es el viento del mar. Si no sopla, los barcos se paran inactivos con las velas caídas. Pero no basta que sople el viento. Todo depende de si sabemos aprovecharlo con habilidad para hinchar las velas de nuestra embarcación; porque de lo contrario no hará sino volcar la nave.
La formación del carácter, según el espíritu católico, no exige que extirpes tus pasiones, sino que las transformes prudentemente en aliadas. Por lo tanto, no sigas sus consejos, pero aprovecha sus fuerzas. Porque la pasión puede ser mala consejera, pero resorte poderoso, si la empleas bien.
Precisamente la pasión bien aprovechada es la que da temple a la voluntad. Sólo quien persigue “apasionadamente” un fin noble, podrá vencer todos los obstáculos. Las pasiones son fogosos caballos en el carro de tu vida: si las dejas en libertad, te arrastran al precipicio; si llevas con manos firmes la rienda, te harán volar gallardamente hacia tu fin. Toda pasión es como el fuego: puede ser bendición o puede ser maldición, como escribe Schiller en “La campana”.
“Es el fuego potencia bienhechora, mientras la guía el hombre y bien la emplea”
Por más brioso que sea tu temperamento, por muchas que sean las malas inclinaciones heredadas (no es culpa tuya tenerlas), no te desanimes, ni te quejes. Haz cuanto esté a tu alcance para ennoblecer tu alma y después acuérdate de la gran verdad consoladora: Facienti quod est in se, Deus non denegat gratiam. “Dios no niega la gracia a quien hace todo cuanto puede”.


(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009)

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