(…) “quiero en este último
capítulo darte dos reglas, que si las observas, vivirás quieta cuanto es
posible en esta miserable vida.
La una es que atiendas, con todo el cuidado que te fuere
posible, el cerrar la puerta de tu corazón a todos los deseos; porque has de
advertir que el deseo es el leño largo de la cruz y de la inquietud, el cual
será grave y pesado según la grandeza del deseo; y así, si el deseo fuere de
muchas cosas, también serán mayores, mas graves y en mayor numero los leños
preparados para muchas cruces.
Después sobreviniendo impedimentos y dificultades en la
ejecución del deseo, se forma el otro leño que atraviesa la cruz, en la cual
queda clavado el deseo. Así, pues, el que no quisiere cruz no desee: y cuando
se hallare en alguna cruz, deje el deseo; que en el mismo punto que lo dejara
descenderá de la cruz.
La otra regla es que, cuando te hallares molestada y
ofendida de tu prójimo, no te entregues a la consideración del agravio,
imaginándote que no debiera hacerse esto contigo ni des lugar a pensar quien es
él o piensa ser, u otras cosas semejantes, las cuales no son sino cebo y
fomento de la ira, de la indignación y del odio; mas recurre luego en estos casos a la virtud
y a los preceptos de Dios, para que sepas lo que debes obrar, a fin de
no incurrir en mayores faltas que los mismos que te han ofendido; y de hallar
el camino de la virtud y de la paz.
Considera también que si tú misma no haces contigo lo que
debes, ¿qué maravilla es que los otros no hagan lo que deben contigo? Y si te
complaces en la venganza de los que te ofenden, primero debes tomarla de ti
misma; pues no tienes otro enemigo que más te ofenda ni te haga mayor daño. “
Tomado de: Capitulo XXXVIII, “El Combate Espiritual” , Lorenzo Scupoli.
Ediciones del Cruzamante, Buenos Aires 1980.
Espero que les sean de provecho estos sabios consejos para poder empezar "con grande ánimo y liberalidad" esta semana. Se que muchas empiezan sus vacaciones invernales este lunes, recuerden que en todo lo emprendan debe guiarlas el amor a Dios y a Su Santísima Madre.
Muy pero muy bueno. También le sugiero un libro: Las tres edades de la vida interior de Garrigou-Lagrange.
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