¡Chicas!
En esta ocasión les acerco la tercera de las cuatro cartas de una religiosa dirigida a las madres. Espero que alguno de los nobles consejos allí dados sea de provecho para ustedes. Yo personalmente rescato esta frase:
"...Es Dios quien pone en nuestro corazón una parcela de su gran amor. Él nos dio un mandamiento, condición esencial para poseer la vida eterna: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo.”
(Lucas 10, 25-28)...."
CARTA A LAS MAMÁS SOBRE
EDUCACIÓN
(3ª)
(Enero
2006)
Estimada señora,
En mi carta
anterior, mencionaba esta cita de Pio XII: “La educación es ante todo una obra
de amor”. Actualmente se habla mucho de amor pero, frecuentemente, a contra
sentido. No se sabe más la verdadera definición del amor. Tratemos de
encontrarla nuevamente en la escuela de Nuestro Señor. Eso le hará comprender
los errores que se cometen en la educación, con el fin de evitarlos.
Como usted, yo me
he preguntado:”¿Porqué los niños no obedecen más? ¿de donde viene su falta de
respeto hacia sus padres? ¿Porqué prestan tan poca atención, son tan poco
receptivos? Tienen tanta dificultad para aceptar sus errores o hacer un
sacrificio, etc...
Es cierto, a parte
de raras excepciones, no se puede pedir a un niño de prestar un servicio sin
que proteste o dé una excusa. Si pide a su hijo de poner la mesa, le
responderá: “¿porqué yo y no el otro?” Se creería que no hay más generosidad,
que no hay más servicios gratuitos, que no hay más espíritu de sacrificio, no
hay más espontaneidad en el dar, no hay más renuncia... ¿qué pasa?
Busqué la causa y
se la revelo. El niño no sabe más amar hoy porque no le enseñaron a
amar. Es grave. Le parecerá algo fuerte esto, ya lo
sé. Me dirá que su hijo la ama y tiene usted razón: la ama con un amor natural,
con ese amor que Dios pone naturalmente en nuestros corazones para los que nos
dieron la luz. Pero eso no basta. Usted misma lo comprobará. El amor que
tiene está tan centrado sobre él mismo que no es más amor en el sentido real;
es el amor de sí, es decir: el egoísmo. La ama en relación a él, pero cuando
hay una elección que hacer preferirá su
capricho y desobedecerá. Hay que enseñarle ese amor “caridad” que viene del corazón de Dios, que es “Amor”. La sociedad moderna,
anticristiana, que nos rodea, nos impregna también a nosotros y a los hijos.
Entonces seamos vigilantes y reaprendamos lo que es el amor, este amor-caridad
o sobrenatural.
Estamos en una
época en que el hombre trata de comprender todo, de explicar todo. Esta manera
de ver se encuentra también en la educación. Expliquémoslo.
El bebé, primero
centrado sobre él mismo, al crecer va a descubrir lo que es exterior a él mismo
y por eso mismo va a preguntar sin cesar, lo que es normal. Es usted, su mamá,
quien debe distinguir el límite del saber del niño según su edad.
Eso requiere una gran vigilancia. Es como con el alimento corporal. Hoy en día
se ocupan mucho de la alimentación del cuerpo y también de satisfacer una
cierta curiosidad del espíritu. No es así que se forma la inteligencia del niño
que despierta. Los niños llegan a la escuela con el espíritu literalmente
“atiborrado” de informaciones y de conocimientos que no son de su edad. De ese
modo no hay más lugar para una atención reflexiva. Normalmente, la inteligencia
se forma con la reflexión y el razonamiento y no con una acumulación de
conocimientos. Y esto es muy importante. Los docentes se quejan de la
dificultad que tienen los niños para razonar y para escuchar al otro. En la
escuela, demasiados niños carecen de esta humildad que es la de escuchar al
maestro. Llegan creyendo ya “saber”.
Como están
acostumbrados a satisfacer siempre su curiosidad, hay una especie de
saturación.
Por cierto que hay
cosas que hay que decir al niño, pero las conversaciones de los mayores
no deben jamás tener lugar delante de los pequeños. Créame, registra todo
y, desgraciadamente, aprende a juzgar, lo que no es asunto de un niño. De ese
modo se le quita una cualidad de la infancia que es la simplicidad en la
confianza. Así es como comenzará a contestarle…
Estos son los
hechos. Ahora busquemos el remedio.
Cuando el pequeñito
vive todavía en el hogar con su mamá, lejos de las influencias del exterior, es
necesario en primer lugar, enseñarle a amar. La formación del corazón pasa
antes que la formación de la inteligencia. Al fin de nuestra vida “seremos
juzgados por el amor” y no por los conocimientos que habremos recibido.
¡Atención! No niego la importancia del estudio de los conocimientos, pero la
formación del corazón pasa primero y creo que está demasiado descuidada.
¿Qué es “amar”? ¡Grave cuestión!
Para los cristianos
que somos nosotros, Dios, que es “Amor”, nos enseñó de que manera. Quiere que
Lo amemos y que amemos a nuestro prójimo. Ahora bien, su hijo es bien el prójimo
que le está a usted más cerca. Aprenderá a amar como Dios quiere que nos
amemos si USTED ama también de esta manera. ¡Qué lección nos da Nuestro
Señor!
Es Dios quien pone
en nuestro corazón una parcela de su gran amor. Él nos dio un mandamiento, condición
esencial para poseer la vida eterna: “amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 25-28).
Jesús agrega en
otra parte, que ese doble precepto del amor de Dios y del prójimo constituye
toda la Ley. San Pablo, en el capítulo 13 de la primera epístola a los
corintios, nos describe la excelencia y los efectos maravillosos de la Caridad
divina. Con ese propósito, la envío a los comentarios que ha hecho San Alfonso
María de Ligorio, muy hermoso libro para meditar.
San Juan, el
discípulo que Jesús amaba, nos dio la razón: “mis bienamados”, dice “amémonos
los unos a los otros, porque el amor procede de Dios y todo aquel que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, pues Dios
es amor” (1 Juan 4, 7-8). Y agrega “Aquel
que permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él” (1 Juan
4,16)
Se trata aquí de un
amor sobrenatural. Es a Dios a quien debemos amar sobre todo; lo amamos
por la virtud de la Caridad ayudada por una gracia actual. Este amor de Dios
presupone el sacrificio. En realidad vive de sacrificios continuos contra
nosotros mismos, contra nuestra soberbia, contra nuestras malas inclinaciones,
contra nuestra sensualidad; y es a Dios a quien ofrecemos esos esfuerzos
cotidianos. Al igual que el fuego da al acero su resistencia, del mismo modo
nuestra alma necesita ser templada en la prueba y en el sufrimiento; ella obtendrá
toda su fuerza en la renuncia y la abnegación. Vistos bajo la mirada de Dios,
los sacrificios cuestan menos, pues el amor hace más ligero lo que parece
pesante.
He aquí un ejemplo
simple en el orden natural. Cuál es la influencia del amor de la madre por su
hijo, sobre todo si éste está débil, si está enfermo y tiene necesidad de ella.
Véala, cerca de su camita, pasando noches sin sueño, para arrancarlo a la
muerte, queriendo darle, sola, el remedio que quizás lo salvará, no dejándolo
ni un instante sin mirarlo, con esa mirada tan penetrante y tan dulce a la vez,
con la que ella envuelve a su pobre pequeño y de la que él experimenta por
instinto el encanto, volviéndose hacia ella.
El amor es por lo
tanto el móvil que anima nuestra vida, la pone en movimiento y la orienta en un
sentido o en otro, para el bien o para el mal. Ese amor natural, ya tan fuerte,
cuánto más producirá si es sobrenatural. Los padres cristianos también deben
amarse y amar a su hijo con ese amor sobrenatural que es caridad. No es
opcional, es el mandato del Señor. Veremos seguidamente cuantos errores en
la educación se evitarían.
Ya en los santos
vemos lo que ha producido ese amor-caridad.
...”Amen, cultiven el amor, háganlo nacer y crecer...” dijo San Francisco de Sales, él, el Doctor y el Apóstol que evangelizó
y convirtió al Chablais (región de
Francia situada al sur del lago Leman y próxima a Ginebra. N.d.T.), como lo
quería San Vicente de Paul, “a fuerza de sus brazos y con el sudor en el
rostro”. Ese es la función propia de los padres.
Que el Niño Jesús, el Emmanuel, se digne derramar en
todos nuestros corazones esta divina caridad, a fin de que irradie la presencia
divina en este mundo que olvida a su Creador y a su Salvador.
Una
Religiosa
(continuará)
Consejo
para la lectura: “Practica del amor a Jesucristo” de
San Alfonso María de Ligorio.
Me despido por hoy, en esta semana habrá más entradas. ¡Tengo mucho que contar!