“La tragedia de Luján Peñalva (19)
y Yanina Nüesch (16), quienes habían desaparecido el sábado en Salta y el lunes
fueron encontradas ahorcadas, podría haber sido causada por dos amores
prohibidos , que mantenían a ambas chicas enfrentadas con sus padres. Por
este motivo, los investigadores no descartan que hubieran premeditado quitarse
la vida.” Dice Clarín en la edición de hoy.
Bueno, ya es demasiado terrible el suicidio. Todos sabemos
lo que sucede a las almas de quienes eligen quitarse la vida voluntariamente.
Dios quiera que a estas dos jóvenes no lo
hayan elegido… Todavía queda esa esperanza, pues la investigación no ha
arrojado nada determinante.
Es imposible no espantarse ante el final
de dos vidas jóvenes. Es imposible evitar las nauseas naturales que trae consigo
la cobertura dada por la prensa. Aunque eso no nos sorprenda.
Ahora, lo que genera mayor dolor es
como las familias son víctimas de la terrible ausencia de Dios. Y como esto conlleva al desinterés
por el otro. Sea un hijo, un padre o madre, o el propio cónyuge. Ya nadie mira
a quien tiene al lado. Ni siquiera los novios de estas dos niñas, pues no se les ocurrió
advertir a un adulto de los frecuentes “me quiero matar”. La dueña de la ferretería donde habrían comprado la soga
dijo que las dos jóvenes, le dijeron que la utilizarían para jugar al clásico “salto
de la soga”, que querían “saltar juntas”. No le pareció extraño. La desidia del "mundo" es total.
La Capilla Ardiente empezó anoche y
en unas horas las entierran, pero el dolor no terminará para sus padres (por
la culpa que puedan atribuirse en esta tragedia) ni para la sociedad entera.
Dios se haya apiadado de sus almas
y las cubra con Su Misericordia.